Periodismo, más allá de los periodistas

Para entender la crisis de los medios

Miriam Estrada
(Fragmento)

El periodismo es esencial para la construcción de la sociedad, es el vínculo entre la sociedad y el gobierno. La mejor forma de exigir transparencia a las acciones gubernamentales y propiciar la participación ciudadana. Por ello, su trascendencia va más allá de los periodistas. El periodismo en sí, se abre espacio entre la propia población y los diferentes sectores.

Raymundo Riva Palacio (2005) ha dicho que quien se dedica al periodismo no trabaja tanto por el dinero porque no habría sueldo que compensara su tarea. De forma idealista señala que el periodista trabaja para su medio “al que le da su tiempo, salud, mente, horas de sueño, horas de alimentos y a veces hasta su vida para sacar noticias con ello, y cree que el sol sale únicamente para que los hombres tengan luz para leer lo que escribió". 

Me gusta recordar esos fragmentos del Manual para un nuevo periodismo porque considero que hay coincidencia con la postura que expresa Lluís Bassets. Sí, efectivamente, hay hombres y mujeres que ejercen con coraje, decisión –y yo incluiría vocación- el periodismo.

Es innegable que las nuevas tecnologías han traído consigo una serie de cambios radicales en la forma de ejercer el oficio. Mientras a finales de los 90, las redacciones eran una olla en ebullición que se vinculaban a las áreas de Producción y Circulación, hoy en día se convierten en lugares hasta apacibles en donde las noticias cambian minuto a minuto y los grandes reportajes son sustituidos por personajes extraños que sirven para alimentar los “Memes”.

En 1990, insisto, me tocó ser testigo de la labor que se realizaba en la redacción de El Sol de Cuernavaca. Mi trabajo se limitaba a ser capturista de datos, una labor que consistía en digitalizar la información que los reporteros dejaban plasmada en las máquinas de escribir sobre hojas de papel revolución denominadas “cuartillas”. 

Es decir, dicha información era escrita por primera vez por el reportero, luego pasaba por el corrector de estilo que marcaba sobre la cuartilla sus observaciones, y luego era transcrita, por nosotros, los capturistas, en grandes computadoras con pantallas de cinco pulgadas. Además, había otra gran máquina “reveladora”, en la que escribíamos los titulares que, como su nombre lo indica, eran revelados en papel fotografía para posteriormente ser insertados en las sábanas de maquetación.

Así ocurría también en el entonces El Nacional del Sur, en donde incluso había una jefatura del departamento de Fotomecánica, porque revelar las páginas era todo un arte que requería conocimientos especializados.

Los tipómetros eran una herramienta indispensable, al igual que la enceradora para el papel couché, el esmaltado, el que iba directamente a los restiradores luminosos donde con un cúter, los formadores diseñaban cada una de las 32 páginas del diario de manera artesanal.

¡Por supuesto! La llegada de la tecnología arrasó con esa forma de hacer el periódico, pero también con la forma de hacer periodismo. Si bien antes un reportero deambulaba por sus fuentes en busca de información y llegaba pasado el mediodía, después de algún almuerzo con sus colegas, con tres notas en la grabadora y alguna idea para un reportaje especial a publicarse meses más tarde. Ahora se veía obligado a apresurarse puesto que debía redactar su información por sí mismo en una computadora.

Y apenas aprendía a usar esta herramienta, cuando la llegada de los móviles (bipers) ya les exigía entregar un adelanto de su información para que fuera enviada por mensajes de texto; pero luego llegaron los celulares y eso apresuró más al reportero, ahora ya no era él quien marcaba sino visceversa y entonces, no podía argumentar que se le acabó el cambio, que no tenía forma de ser localizado.

Y así, cada nueva herramienta tecnológica llevaba implícita consigo una nueva exigencia para el reportero que día con día veía cada vez más amenazado su puesto laboral.

Así fue como nació el periodista multiusos, que algunos siguen pretendiendo llamar “multimedia”. Un solo empleado puede grabar audio, vídeo, tomar fotografías, redactar información para redes sociales, dar reporte de radio, redactar una nota periodística y ¿Por qué no? Editar un vídeo y subirlo en línea.

Pero bien dicen que el que mucho abarca poco aprieta, y estas multitareas han ido en perjuicio de la calidad periodística. ¡Esa es la verdadera tragedia del periodismo actual!

Lluíst Bassets escribe de asuntos a los que, como periodistas, muchos no hemos sido ajenos. Lo hemos vivido en carne propia. Hemos visto a nuestros centros de trabajo desaparecer sin siquiera poder decir “adiós”. Hemos sido incapaces de conectarnos con nuestras audiencias y explicarles qué está pasando en el periodismo. ¿Por qué? Porque los medios de comunicación masiva siguen en manos de empresarios cuya visión es precisamente esa: generar recursos o poder.

De esta manera, pretender que nuestras casas editoriales salgan a defender nuestra noble labor, parece una utopía. No en todos los casos, pero sí en la mayoría, los empresarios no saben casi nada de periodismo, saben de utilidades, de rectores, de inversiones, de costo-beneficio. Y si algo no es rentable, pues no lo es y ya. No pasa nada, siempre quedarán los campos de golf.

Coincido con Lluíst Bassets, con Riva Palacio y hasta con Manuel Buendía que desde la época de los 70 advertía de la crisis del periodismo, provocado por la proliferación de universidades que ofertaban la carrera con la promesa de un futuro prometedor y rentable.

Los jóvenes, entusiasmados, se imaginaban como los protagonistas de las historias, como el conductor de referencia… y con el dinero que sin duda alguna muchos de ellos ganaron, pero ¿dónde quedaba la esencia del periodismo?

Pero bueno, no se puede vivir de nostalgias y tampoco se puede detener el devenir. El hecho concreto es que vivimos en medio de una crisis de los medios de comunicación y como cualquier crisis se puede tomar de dos formas: De manera fatalista o como una oportunidad de cambio. En lo personal prefiero verlo como esto último.

He visto, y acompañado a reporteros en la búsqueda de historias que han contribuido a enriquecer la democracia. Los he visto y acompañado. Nadie me lo ha contado. Los he visto, yo misma he hecho todo tipo de sacrificios con un sólo objetivo: informar. Por ello, creo en el compromiso y la vocación de muchas de las personas que en todo el mundo hacen lo propio.

Sí, es verdad, cada vez es más desalentador pensar que no podemos vivir de nuestro oficio, que cada vez hay menos espacios laborales qué ocupar; que cada vez las empresas prefieren contratar a una persona sin experiencia con tal de ahorrarse unos pesos, sin importar si hay o no calidad en la elaboración de los contenidos, a fin de cuentas ¿cuánto cuesta producir un meme?

Sin embargo, a la par, también hay personas apostándole a buscar nuevas formas de financiamiento, e incluso de trabajo con tal de tener la oportunidad de publicar contenido de calidad, así sea en una hoja volantera –como referiría Buendía-, porque en ellos hay vocación y compromiso social.

Quizá, como refiere Bassets, pueda existir alguien que le toque apagar la luz de una redacción, pero la luz del periodismo jamás.

El periodismo es una labor social, un medio que permite señalar desaciertos, advertir situaciones y proponer estrategias. Contribuye a la construcción de la sociedad y por ello está por encima de quienes lo ejercemos.

Anteponer la finalidad del periodismo, ayuda a buscar nuevas alternativas para ejercerlo. El medio digital es una de ellas, pero no la única. Creo que con diagnósticos adecuados se pueden implementar estrategias para recuperar la atención de las audiencias y darles lo que siguen reclamando sin aún saberlo: contenidos de calidad que ayuden a responder la pregunta más complicada de todas en cualquier circunstancia y en la propia historia de la humanidad misma: ¿Por qué?

¿Asumimos el reto?

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