Nos avisaron en la noche

Nos avisaron en la noche. Era agosto de 2010. Habían baleado a un grupo de jóvenes afuera de una vivienda del poblado de Ahuatepec, Morelos. En grupo acudimos a la cobertura informativa. Al llegar al lugar, sólo encontramos los mútilpes casquillos y manchas de sangre en la calle; testigos nos refirieron que se reportó el ataque, que se pidió la presencia de una ambulancia porque los cuatro muchachos estaban gravemente heridos, pero esta no llegó por lo que 30 minutos después, los familiares decidieron pedir prestados vehículos y de esta forma realizar el recorrido de 20 kilómetros para trasladarlos al hospital más cercano.
Con esa información nos dirigimos a la sala de urgencia del hospital. Ahí nos dispersamos. Yo me dirigía a la zona de ambulancias cuando, de pronto, una mujer de mediana edad se desplomó en la banqueta llorando y cuestionando a Dios "¿por qué?". Miré a la gente de alrededor, indiferente; algunos caminaban evadiéndola. Vi otra vez a la señora tirada en la banqueta, desconsolada. Me acerqué, me agaché, entonces ella me miró con los ojos cegados de dolor y sin titubear me abrazó con mucha fuerza. Yo la abracé también sin decirle nada. Entre lágrimas, la señora me compartió que le acababan de decir que uno de sus dos hijos baleados había muerto: "Señorita, ¿qué hice para merecer esto?. Mis hijos no son malos. Estudian. Y esa maldita ambulancia que no llegó. ¿Por qué?, ¿Cómo es posible que nos hayan dejado solos?". Yo sólo la abrazaba. No lloré, pero recuerdo haber observado, otra vez, la indiferencia en la gente.
Una joven mujer se acercó minutos después, era sobrina de la señora. Lloraba, pero me vio, medio sonrió y me dijo "gracias".
Me levanté. Les dejé una botella de agua, unos kleenex y un alcohol en gel que llevaba en mi bolsa. Me reuní con los compañeros. En cuestión de minutos llegaron varias camionetas. La gente en la sala de espera se asustó, dijeron que quizá llegarían delincuentes hasta el hospital a "rematarlos" porque "algo habrán hecho", "porque si les pasa eso no es por buenas gentes". Llegaron elementos de la Policía Federal y del Ejército a resguardar el hospital. Las camionetas transportaban a gente del pueblo que había acudido a solidarizarse con los afectados. Los hombres empezaron a reclamar a los uniformados: "¿Dónde estaban?. Los dejaron morir". El pueblo tiene fama de ser "bravo" por lo que decidimos retirarnos.
Llegué a mi casa con los sentimientos revueltos. Busqué una imagen de La Piedad, la subí al Facebook y escribí: "Sólo una madre sabe el dolor de perder a su hijo".

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