Acalpuyeca, donde pasa lo que pasa

Miriam Estrada
(Cuento)


Como cada domingo, Don Mimotín se sienta en su mecedora tras el replicar de las campanas de la iglesia de Acalpuyeca. Hace tiempo que un dolorcito en el estómago le punza en las mañanas como las de hoy, en las que hace frío y no hay café caliente en el comal; quizá esté enfermo, ya que Vocecitas, el único informativo de la región aseguró que hace calor.

Don Mimotín es un señor viudo, con tres hijos “ya grandes” que se fueron de Acalpuyeca por considerarlo un pueblo incomprensible. Quizá es porque desde hace mucho tiempo en Acalpuyeca no pasa nada y pasa todo a la vez.

Es decir, pasan cosas, pero nadie se explica qué tipo de cosas pasan.
Desde hace tiempo –quién sabe cuánto- Acalpuyeca es gobernado por Cerduchón, un tipo que estudió filosofía, pero nunca pudo titularse y que luego de hacerla de periodista en otro lugar llegó a Acalpuyeca con la “noble” intención de refundar un pueblo nuevo o un nuevo pueblo, como mejor se considere.

De esta manera, desde su llegada al gobierno comenzó hacer pequeños cambios en el lugar. Convenció a Doña Periquita de invertir en su proyecto periodístico: Vocecitas, el cual no requería mucho dinero, ya que sus contenidos se realizan con base en una serie de algoritmos sistematizados y procesados desde el exterior, a través de Internet.

Es decir, Vocecitas genera información cada hora tan sólo con el análisis de datos que obtiene de la web y que capta con un dispositivo especial en el ambiente, a través de unos grandes receptores de audio y cámaras de vigilancia conectadas al sector de la policía.
¿Acaso hay información más confiable que la que generan las cámaras y receptores gubernamentales?

Como ya hay un País Conectado XX, pues no hacía falta más para mantener informada a la población de los grandes avances que conseguía Cerduchón por esos rumbos.
-La tecnología nunca estuvo más al servicio del pueblo, expresaría Cerduchón durante su penúltimo discurso, mismo que sirvió para hacer público este gran proyecto que es “alimentado por todos”.
Sin embargo, pasado los años, la gente fue perdiendo la noción de sus días. No sabía bien a bien qué pasaba, cuándo tenía que vacunarse, cuándo había una campaña de apoyo al campo, y tampoco, por supuesto cuánto se estaba quedando Cerduchón del presupuesto gubernamental. Todos sospechaban que el dinero era desviado a otros fines, puesto que no tenían ningún beneficio palpable, pero nadie se atrevía a investigar ni comprobar nada.

Pero la corrupción no fue el colmo de todo.

En la única salida de Acalpuyeca, entre Cerro Chico y Loma Grande, se instaló una gran tienda de conveniencia, con víveres y todo tipo de carnes, frutas y verduras. Una central de abasto propiedad de Cerduchón que él mismo mandó a construir como la única central de abasto de todo el pueblo, una tienda de raya que hasta fiaba abarrotes a cambio de títulos de propiedad comunal y que además, era prácticamente la única fuente de empleo en la región.

Un día cualquiera Vocecitas se encargó de advertir a la población que no saliera de sus casas, ya que, aseguró, habría un enfrentamiento muy grave en la esquina de Cerro Chico y Loma Grande.
 El miedo invadió a la gente, que asustada se recluyó en sus hogares. Pasaron los días y Vocecitas no volvió a informar de eso. Informó eso sí que en Siria había caído un misil y que en la Ciudad de México había habido una enésima manifestación, pero del enfrentamiento en la esquina de Cerro Chico y Loma Grande, nada.

Tras un par de semanas, cuando la curiosidad mataba a los habitantes de Acalpuyeca, pero más el hambre, Don Mimotín se armó de valor para indagar qué enfrentamiento había existido en Cerro Chico y Loma Grande.

Llegó a la esquina, vio la central de abasto vacía y entonces comprendió todo: Cerduchón se había fugado con todo. Nunca había existido ningún enfrentamiento, sólo fue la mentira que construyó Cerduchón para que nadie se opusiera a su huída con Doña Periquita ante la inminente llegada de la Auditoría Superior de Fiscalización.

Don Mimotín se sienta en su mecedora, hace tiempo que siente un dolorcito en el estómago, hace frío y no hay café en el comal.

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