El periodismo infrarrealista


Miriam Estrada

(Fragmento)


Honestidad, franqueza, valentía, compromiso, son valores que podrían sintetizarse en la corta frase: "responsabilidad social". Y es la responsabilidad social la que sería conveniente que acompañara a un periodista en el ejercicio de su profesión. Tal parece que esa es la propuesta que Diego Osorno lanza en Un Manifiesto del Periodismo Infrarrealista.

Infrarrealismo, una palabra compuesta que no es reconocida por la Real Academia Española, pero que describe el movimiento poético conformado por una veintena de jóvenes como Roberto Bolaño, Mario Santiago, José Vicente Anaya, Rubén Medina, José Ribeyro, entre otros en 1975.

La palabra infrarrealismo es retomada por Osorno para calificar a aquellos periodistas que tienen una postura filosófica y política ante la vida y con la manera en que ejercen la labor de informar. Sí, porque no se puede ser un infrarrealista por profesión sino por convicción.

Tras leer el manifiesto de Osorno recordé a varios hombres y mujeres que subrayan su oficio como “periodistas”, pero cuya rutina consiste en extender la mano con la grabadora hacia el funcionario en turno y dejarla así, extendida, al final de la conferencia por si hay una gratificación extra -aparte del desayuno-; de los "periodistas" que descargan en la computadora una ráfaga de palabras sin detenerse a pensar siquiera si hay o no una noticia ahí; de los que se quitan el chaleco al concluir la cuota de tres notas a mediodía; de los que le han puesto precio a sus palabras y todavía se atreven a reclamar el reconocimiento público a través de "premios".

Pero los periodistas infrarrealistas sí existen, ¡Me consta! Los he visto sumergirse en los datos por horas para encontrar una pista, abandonar la comodidad de sus camas para penetrar en la oscuridad de la noche en busca de un hecho; caminar por horas entre los cerros, entre las autopistas, entre los cañaverales; esquivar las balas, la prepotencia de los funcionarios públicos, de los policías, de los militares, de los pobladores, de los "otros"; documentar las historias de muerte y horror; capturar las fotografías que nadie se atrevería jamás.

La prioridad para los infrarrealistas nunca es el "crédito" en las notas, el dinero que puede obtener con ellas, ni "vengarse" de quien no está en sus simpatías; la mayoría no ubica a los infras, pero ahí están. Y coincido con Osorno, hay que creerles. Tarde o temprano, hay que creerles.

En el texto de Osorno encuentro muchos puntos de coincidencia con lo que me ha tocado vivir en el periodismo –sobretodo en los últimos años-, no obstante, difiero en la manera en que este periodismo narrativo se aleja en múltiples ocasiones de eso que llamamos “realidad”. Claro, se escribe del olor del gas lacrimógeno, del cuerpo putrefacto, de la angustia de una madre ante su hijo muerto, de las luchas sociales, de los enfrentamientos, de los abusos de la mayoría de los gobernantes. Se le da voz a los “sin voz”, pero en múltiples ocasiones se olvida contrastar esos testimonios y, aunque sea la versión de los vulnerables, difundir algo no corroborado también es negativo en la construcción de una sociedad.

Lo escribí párrafos arriba: no se puede ser infrarrealista por profesión, por moda o por ego. Y si un periodista se fija una postura ante la vida también la fija ante la información que difunde, pero si no aplica la ética, la objetividad y la congruencia, entonces puede ser nombrado de cualquier otra forma menos PERIODISTA.



Bibliografía


Osorno, D. (2012). Un manifiesto del periodismo infrarrealista. Texto disponible en http://nuevoscronistasdeindias.fnpi.org/el-manifiesto-del-periodismo-infrarrealista-de-diego-osorno/#.UOihBuQjOIc.twitter

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