Viaje en transporte público 1


Después de 20 minutos de espera, Clara habría abordado hasta una carreta con tal de llegar a su destino al otro lado de la ciudad. Por suerte, esa mañana no fue necesario. Un vehículo no tan desvalijado le abrió sus puertas.
-A Jiutepec, solicitó Clara enfatizando el "pec" para ver si de esa forma el chofer adivinaba que tenía prisa.
La noche previa había llovido por lo que en el ambiente se respiraba ese peculiar olor a tierra mojada. Tal vez ese aroma motivó al conductor a sacar a colación el tema de los homicidios en el país, tan de moda con eso del informe de gobierno.
-Cada vez está peor señorita. Yo no sé cómo pueden tener tanta sangre fría para matar a un cristiano. Y luego, no sólo matarlo sino ¡destazarlo!. Oiga señorita, ¿será que los destazan vivos?
-Ay señor, ¡No sé!. Supongo que no, respondió Clara un tanto sorprendida.
-Es que ya está muy feo señorita. Todos los días se encuentra uno con que ya mataron a otro, que lo dejaron de tal o cual manera. Y yo me pregunto ¿por qué será?, ¿habrán hecho algo?, ¿cómo pues alguien tiene el valor de hacer esas cosas? Y luego el gobierno que nada hace, parece que ni le importa, sólo andan viendo como hacerse ricos.
El tráfico se intensificó en la autopista y parecía que por momentos no se avanzaba nada. Clara no tenía muchas ganas de hablar, pero el tedio del viaje la hizo reflexionar en voz alta.
-Quizá no deberíamos sorprendernos -expresó-, tanto se habla de los valores, pero en la práctica tal parece que el único valor que cuenta es el dinero. Nos sorprendemos de los crímenes, pero no nos sorprendemos si algún funcionario se enriquece de forma ilícita. Es más, ahí hasta reconocemos su "astucia" para "haberla hecho" y hasta lo tratamos bien porque "tiene dinero" y en una de esas hasta "nos salpica".
-Hìjole señorita, tiene razón. La verdad nosotros no tratamos igual a los clientes. Si vemos que anda bien vestido pues hasta nos lo peleamos, pero si se ve todo prángano, pues ni ganas nos dan de detenernos porque no vaya a ser un delincuente
-¡Ahí está! y ¿quién le dice a usted que no es al revés?, mencionó Clara
-No pues sí, aquí el que manda es Don Dinero, pero pues también ¿cómo hacerle señorita? Hay que llevar la comida a la casa. Y ya todo està muy caro, ya ve usted con eso del huevo, ya no hay dinero que alcance. Nada más anda uno viendo cómo sobrevivir. Rascándole de aquí y de allá.
-Sí, la situación es complicada, meditó Clara.
-Ya me dejó pensando señorita. A lo mejor la gente que se dedica a "eso" piensa, también en el dinero y pues ahí ya no les importa nada. ¡Qué triste y que feo!
La unidad dio vuelta en el crucero de Tejalpa, siguió dos calles y dobló a la izquierda. Clara pagó los ¡60 pesos del viaje! y descendió de la unidad.
-Gracias, expresó.
-Gracias a usted señorita, me dejó pensando ¿eh?, buen día.



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