"Paola"

Su nombre era Paula, pero le gustaba que la llamaran "Paola".
Chaparrita, de tez morena clara, con el cabello oscuro y quebrado, desde pequeña Paula se distinguía de las demás por sus rasgos agraciados y su figura coqueta.
Pasamos juntas muchos momentos durante la infancia jugando a las cebollitas, corriendo por las calles de números y compartiendo el camino rumbo a la escuela rural federal "Benito Juárez" en compañía de sus hermanos.
No obstante, el destino quiso alejarnos durante los años de secundaria y después acercarnos en el instituto de educación medio superior.
En ese tiempo, de lunes a viernes, religiosamente, salía de mi casa a las 7:20 horas, caminaba  dos cuadras y gritaba en su puerta: "¡Paula!", y entonces ella bajaba lentamente las escaleras con sus libros en el brazo izquierdo, abría la puerta eléctrica y salía con su altiva mirada y sonrisa.
Así, juntas llegábamos hasta el Paseo Cuauhnáhuac donde -como muñequitas de aparador, vestidas con trajes sastre, medias y calzadas con zapatillas de punta- esperábamos la Ruta 11 que nos llevaría hasta el bulevar Juárez, que era donde se ubicaba el ICC, para después realizar el viaje de regreso. Éramos muy jóvenes y el mundo, evidentemente, no nos merecía.
¿De qué platicábamos durante esos trayectos?, ¿De qué nos reíamos durante las horas y horas compartidas? Creo que de todo y nada a la vez. Éramos cómplices, compañeras, amigas. Pasábamos juntas la mayor parte del tiempo, en la escuela, en las prácticas, en el servicio, en las tareas.
Y ahora mismo quería escribir alguna de las tantas anécdotas de vida. Alguno de los tantos episodios en las oficinas del ISSSTE; quizá un capítulo de nuestra vida en El Sol de Cuernavaca, o a lo mejor alguna escena en el interior de aquel salón de la calle Motolinía... o cuando su mamá fue a mi casa a preguntar por ella.
Tal vez aquella tarde que compartimos un helado en la extinta Danesa 33, nuestros secretos viajes en las rutas, nuestra vida después de la escuela, nuestros sueños desdibujados en la banca del zócalo, el café en Los Arcos, aquellos pasos que dábamos para llegar deprisa a El Vergel... la Ruta Ciclista... la caída en la calle de Leyva...
Hubo tanto, ¡hay tanto!... pero no. Todo eso, en este instante he decidido que será sólo nuestro... Hoy que me enteré de su muerte sólo puedo escribir que su nombre era Paula, pero le gustaba que la llamaran "Paola".

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