No era mi favorito

"¿Ya supiste? ¡Se accidentó Ayrton Senna!", me gritó con una extraña sonrisa el jefe de Redacción mientras yo mostraba mi mejor rostro de incredulidad.
Era la tarde el 1º de mayo de 1994. Aún no había internet, por lo que los detalles de tal evento tuve que esperarlos pacientemente en aquella silla tubular color naranja, observando el monitor monocromático y escuchando el telex golpetear las hojas entintadas de azul y cuyo aroma aún conservo en mi memoria olfativa.
Fue en la espera cuando en mi mente se concentraron los recuerdos, aún frescos, de mi adolescencia.
¿Qué me había arrojado a la Fórmula Uno? Quizá sólo las circunstancias, pero de que me sedujo desde el año 1985, me sedujo. Así, en cuestión de semanas ya era yo toda una "experta" en historia, pilotos, equipos, puntos, estadísticas, gráficas y circuitos.
Debo reconocer que el tipo de llantas a utilizar, dependiendo de las condiciones climáticas, me llevó más tiempo dominar, pero de que lo hice, lo hice.
Una libreta concentraba el registro detallado de cada una de las jornadas de la temporada. Las fichas de los pilotos, su nacionalidad, sus logros, fuerzas y debilidades también eran consignadas, al igual que las características de los autódromos o circuitos callejeros de cada parte del mundo.
Mis plumas de colores pastel me permitían hacer una distinción entre los datos y hasta prever los resultados de las próximas carreras.
¡Qué decir de los sábados o domingos! Era un deleite encender la televisión y escuchar la narración que se hacía en Imevisión. La premiación era el broche color champagne que disfrutaba desde mi infantil mirada.
Pero en estas historias siempre hay un favorito y el mio era el ya entonces tricampeón del mundo Alain Marie Pascal Prost, "El Maestro" y cuya destreza para programar sus carreras me hacían entusiasmarme no sólo con su forma de conducir sino con todo él, incluídos sus rizos, sus cejas y su nariz. Ahora río, pero así es la adolescencia: un poco loca y cursi.
No obstante, mi atención no se apartaba, tampoco, de Ayrton Senna. La temporada 1989 la viví en el borde. La rivalidad entre Prost y Senna era evidente y mi corazón se dividía entre estos dos señorones de Mc Laren que demostraron de lo que eran capaces en el GP de Susuka, Japón.
La pasión por el rugir de los motores de aquellos bólidos era tal que trabajè de edecán y soñé con que un día, en verdad un día, llegaría de esta forma hasta los pits. Pero no tuve tanta suerte, mi sueño se desmoronó en 1992 cuando se canceló el Gran Premio de México porque el autódromo "Hermanos Rodríguez" no cumplía con las especificaciones de 4.5 kilómetros y con ello se canceló, también, mi oportunidad de conocer a Alain Prost, Ayrton Senna, Nigel Mansell, Ricardo Patrese o a Gerhard Berger.
Fue todo este contexto el que recordé aquella tarde del Día del Trabajo en la redacción. Fue el pensar en Xuxa y en un amor dividido. Fue el observar una vida truncada en la cumbre de la fama. Fue recordar que no importa si vives un día o cien años: La muerte siempre llega en el momento menos esperado como llegó para Ayrton aquella tarde de 1994.  No era mi favorito, pero indudablemente era el mejor.




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